Se plantea una dificultad metodológica al comparar la productividad y los accidentes durante los turnos de mañana, de tarde y de noche. En efecto, las condiciones ambientales, organi- zativas y de trabajo durante el día y la noche no son perfecta- mente homologables (Colquhoun 1976; Carter y Corlett 1982; Waterhouse y cols. 1992). Esto hace que sea difícil controlar todas las variables. No resulta, por tanto, sorprendente que en un análisis de 24 estudios hubiera casi tantos en los que se observaba una mayor frecuencia de accidentes nocturnos que diurnos, como lo contrario (Knauth 1983). En algunos estudios la carga de trabajo diurno era comparable con la del turno de noche y se disponía de mediciones relativas a las 24 horas. Los autores de la mayoría de estos estudios (por ejemplo, Browne 949; Bjerner y cols. 1955; Hildebrandt y cols. 1974; Harris
1977; Hamelin 1981) apreciaron una cierta reducción del rendimiento durante el turno de noche. No obstante, como ha seña- lado Monk (1990), es posible que los efectos circadianos sólo se manifiesten cuando el trabajador se encuentra presionado. Si no hay presiones, el rendimiento diurno puede equipararse con el de noche, debido a que ambos se sitúan muy por debajo del nivel óptimo.
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