jueves, 28 de mayo de 2009

Programas de promoción de la salud: Factores de riesgo individual y colectivo

Las actividades de promoción de la salud en el lugar de trabajo suelen centrarse en el estilo de vida individual como unidad de intervención, distorsionando así la complejidad de las conductas sociales. Los programas que se centran exclusivamente en el cambio de hábitos personales descuidan otros factores sociales, como la discriminación por motivos de raza, sexo o clase social. Este tipo de enfoque sitúa la conducta fuera de contexto y supone “que los hábitos personales son distintos y pueden modificarse de manera independiente; las personas pueden decidir voluntariamente cambiar esa conducta” (Coriel, Levin y Jaco l986).
Teniendo en cuenta la influencia de los factores sociales, ¿qué grado de control ejercen realmente las personas para modificar los riesgos para la salud? Desde luego que existen factores de riesgo relacionados con la conducta, pero también deben tenerse en cuenta los efectos de la estructura social, el medio ambiente, la herencia y la simple casualidad. Una persona no es la única responsable de la aparición de una enfermedad, aunque eso es precisamente lo que se supone en muchas actividades de promo- ción de la salud que se desarrollan en el lugar de trabajo.
Un programa de promoción de la salud que sobrestime la responsabilidad individual tendrá un tono moralizante.
Aunque la responsabilidad personal es un factor indiscutible, por ejemplo, en el consumo de tabaco, otros factores sociales, como la clase social, el estrés, la educación y la publicidad influyen también. Siempre resulta más fácil culpar a la víctima cuando se cree que los factores individuales son los únicos responsables. A los trabajadores que fuman, presentan exceso de peso, hipertensión, etc. se les considera culpables de su estado, aunque sea de forma implícita. Así, la empresa y la sociedad se ven eximidas de toda responsabilidad en el problema y pueden culpar a los trabajadores tanto de su problema de salud como de no hacer nada al respecto.
Esta tendencia a considerar responsable únicamente a la persona no tiene en cuenta un gran volumen de datos científicos que existen en la actualidad. Las evidencias sugieren que las secuelas psicológicas del trabajo pueden tener un efecto en la salud que persiste una vez finalizada la jornada laboral. Se ha demostrado claramente que existe una relación entre los factores relacionados con la organización (como participación en la toma de decisiones, interacción y apoyo social, ritmo de trabajo, sobrecarga de trabajo, etc.) y las consecuencias para la salud, sobre todo en lo que se refiere a las enfermedades cardiovasculares. Esto sugiere claramente la necesidad de modificar, no sólo la conducta de los trabajadores, sino también la organización de las empresas. No obstante, la mayoría de los programas de promoción de salud tienen como único objetivo modificar la conducta individual y rara vez tienen en cuenta otros factores relacionados con la organización de las empresas.
El enfoque centrado en el individuo sorprende menos si se tiene en cuenta que la mayoría de los profesionales que participan en los programas de promoción de la salud, bienestar social y asistencia a los trabajadores son médicos que no tienen experiencia en el campo de la salud en el trabajo. Incluso cuando los médicos identifican factores de interés en el lugar de trabajo, rara vez están capacitados para recomendar o llevar a cabo intervenciones orientadas a la organización.

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