sábado, 22 de junio de 2013

TECNOLOGIAS GLOBALIZADORAS Y TRANSFORMACION DEL TRABAJO (VIII)

El término McJob ha llegado a ser un epíteto popular para esta nueva forma de trabajo, en la que el ordenador define y controla la tarea que debe realizarse. En el decenio de 1990 este término se ha aplicado a diversas actividades, como las reali- zadas en los restaurantes de comida rápida y las cajas de los supermercados, la contabilidad, la tramitación de solicitudes de indemnización por siniestro y otras, e incluso en el ámbito de la asistencia sanitaria. No obstante, a mediados del decenio surgió otra tendencia basada en la informatización del trabajo, al menos del relativo al tratamiento de la información. Esta tendencia ha recibido la denominación de “teletrabajo”. Una vez que el trabajo había sido plenamente definido y controlado por los sistemas informáticos, también podía ser desinstituciona- lizado y redistribuido mediante redes electrónicas a centros remotos de tramitación de llamadas o a teletrabajadores empleados en sus domicilios a través de ordenadores y cone- xiones de módem. El teletrabajo comenzó a plantearse como una cuestión laboral importante a mediados del decenio de
1990, con la proliferación de los centros de atención telefónica para la tramitación de reservas de vuelos y hotel, la gestión bancaria y de seguros a distancia, la mensajería y otros servicios. Asimismo, en el censo de Canadá de 1991 se registró un aumento del 40 % en la población activa que trabajaba
“a domicilio”, frente a un 16 % de aumento de la población activa en general. Se observa asimismo un elevado porcentaje de participación de las mujeres en este creciente grupo de trabaja- dores a domicilio. Este tipo de trabajadores se concentraba en los sectores de administración, ventas y servicios. Obtenían ingresos inferiores a 20.000 dólares canadienses y, a menudo, a
10.000, cantidades insuficientes para mantener a una persona, y mucho menos a una familia.
Dependiendo de las tendencias y del modo en que esté estruc- turado y organizado el entorno tecnológico de la actividad laboral y económica, el teletrabajo puede plantearse como un modelo posfordista (es decir, como el sucesor de un sistema de pleno empleo y salarios elevados), en lugar del modelo de alto valor añadido asociado a Toyota y Suzuki y a la “producción ajustada” japonesa. No obstante, los dos modelos pueden coexistir, el primero como un sistema caracterizado por la preca- riedad y los salarios bajos y vinculado a las mujeres, los jóvenes y otros grupos menos privilegiados, y el segundo más identificado con los hombres que disfrutan de las ventajas adicionales de la afiliación a sindicatos fuertes, la antigüedad y la ocupación de puestos de trabajo a jornada completa en sectores de utilización intensiva del capital, como el del automóvil, el aeroespacial y la electrónica.

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