miércoles, 19 de junio de 2013

TECNOLOGIAS GLOBALIZADORAS Y TRANSFORMACION DEL TRABAJO (V)

El consenso respecto a estas tendencias es escaso. De hecho, existe una polémica considerable, fomentada en parte por la falta de investigación en áreas importantes y por las rigideces del discurso al respecto. Por ejemplo, en el Informe sobre el empleo anual de la OCDE correspondiente a 1994 se rechaza la vincu- lación entre la reestructuración tecnológica y las altas tasas de desempleo que, por desgracia, persisten en todos los países industrializados y en desarrollo desde el decenio de 1980. En el informe se reconoce que las nuevas tecnologías han tenido algunos efectos de “desplazamiento de la mano de obra”; sin embargo, también se señala que las empresas “pueden crear puestos de trabajo compensatorios, si combinan adecuadamente estos procesos de cambio tecnológico con la innovación de los productos y la formulación de políticas de marketing adecuadas”
(OCDE 1994).
La rigidez del discurso sobre el cambio tecnológico ha tenido al menos dos vertientes, cuyos resultados en la actualidad pueden ser una fundamentación errónea e incluso negativa del debate sobre la reestructuración, de una importancia semejante al efecto informativo que se perseguía en un principio. En primer lugar, dicho discurso defiende un modelo de reestructu- ración económico o “economicista”, abstracto y estrecho de miras, y hace caso omiso no sólo de sus dimensiones sociales, sino también de las psicológicas y culturales. En segundo lugar, este modelo economicista presenta deficiencias graves. En él se supone que, puesto que la tecnología aumenta la productividad mediante la automatización, surgirán nuevas actividades econó- micas innovadoras que compensarán (aunque quizás no con los mismos requisitos en cuanto a cualificaciones) lo perdido en la fase de automatización. No sólo surgen nuevas actividades económicas (y qué nuevos puestos de trabajo generan en realidad) en lugares remotos a escala mundial, sino que gran parte del nuevo crecimiento económico desde finales del decenio de 1980 no se ha visto acompañado de un aumento del empleo. En ocasiones se trata de instalaciones de producción y transfor- mación completamente automatizadas que duplican o triplican su producción anterior sin ampliar la plantilla. Otras veces son nuevos servicios plenamente automatizados, como el envío de llamadas en el campo de las telecomunicaciones o el sistema bancario de múltiples sucursales en el de la financiación,
“producidos” y “prestados” únicamente por el software. Cada vez más, las tareas semiautomatizadas se transfieren de los trabajadores remunerados a los consumidores, que no son retri- buidos. Los consumidores que utilizan teléfonos digitales en la actualidad, se abren paso a través de una sucesión de graba- ciones informatizadas para realizar pedidos de bienes y servicios, matricularse en cursos, gestionar servicios públicos y obtener servicios al cliente.

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