Hay muchas formas de empleo en las que los trabajadores son vulnerables al empobrecimiento, la explotación y el abuso, y en las que su seguridad, su salud y su bienestar corren un gran riesgo. A pesar de los intentos concretados en leyes y reglamentos y de su condena en los acuerdos, convenios y resoluciones internacionales, es probable que esas condiciones de trabajo se mantengan mientras haya personas pobres, con vivienda deficiente, desnutridas y oprimidas, a las que se les niegue la información, la educación, la formación y los servicios de salud curativos y preventivos necesarios para que puedan liberarse del marasmo social en el que se encuentran. Las personas y los países ricos suelen responder con generosidad en casos de desastre natural, como tormentas, inundaciones, incendios, erupciones volcánicas y terremotos, pero, a pesar de su importancia, los beneficios de estas ayudas son efímeros. Lo que hace falta es un esfuerzo humano a largo plazo, reforzado con recursos que permitan superar las barreras políticas, raciales y religiosas capaces de impedir su avance.
Por último, aunque es perfectamente adecuado y saludable que los niños trabajen como parte de su desarrollo y su vida familiar normal, el trabajo infantil descrito en el presente artículo es una plaga, que no sólo perjudica la salud y el bienestar de los afectados, sino que, a largo plazo, menoscaba también la seguridad económica y social de la población y de las naciones. Debe combatirse con vigor y persistencia hasta su erradicación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario