Las actividades de promoción de la salud en el lugar de trabajo suelen centrarse en el estilo de vida individual como unidad de intervención, distorsionando así la complejidad de las conductas sociales. Los programas que se centran exclusivamente en el cambio de hábitos personales descuidan otros factores sociales, como la discriminación por motivos de raza, sexo o clase social. Este tipo de enfoque sitúa la conducta fuera de contexto y supone “que los hábitos personales son distintos y pueden modificarse de manera independiente; las personas pueden decidir voluntaria- mente cambiar esa conducta” (Coriel, Levin y Jaco l986).
Teniendo en cuenta la influencia de los factores sociales, ¿qué grado de control ejercen realmente las personas para modificar los riesgos para la salud? Desde luego que existen factores de riesgo relacionados con la conducta, pero también deben tenerse en cuenta los efectos de la estructura social, el medio ambiente, la herencia y la simple casualidad. Una persona no es la única responsable de la aparición de una enfermedad, aunque eso es precisamente lo que se supone en muchas actividades de promo- ción de la salud que se desarrollan en el lugar de trabajo.
Un programa de promoción de la salud que sobrestime la responsabilidad individual tendrá un tono moralizante.
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