La pobreza es el principal factor responsable del acceso de niños al mercado de trabajo. La supervivencia de la familia, incluida la de los propios niños suele obligar a dar este paso; así ocurre sobre todo en el caso de familias desfavorecidas con muchos hijos. La necesidad de que los hijos trabajen a jornada completa les impide invertir en su educación.
Incluso cuando la enseñanza es gratuita, muchas familias pobres no pueden afrontar los costes asociados a la educación (p. ej., libros y demás material pedagógico, vestido y calzado, transporte, etc.). En algunos lugares, los gastos generados por un niño que asiste a la escuela primaria pueden representar un tercio de los ingresos en efectivo de una típica familia desfavorecida. Esto conduce a trabajar como la única alternativa posible. En algunas familias numerosas, los hijos de mayor edad trabajan con el fin de obtener los recursos necesarios para educar a sus hermanos menores.
En algunas áreas, el problema no es tanto el coste como la falta de escuelas que ofrezcan una educación de calidad aceptable. Algunas comunidades, sencillamente, no disponen de escuelas. En otras, los niños abandonan su escolarización porque los centros educativos a los que asisten los pobres son tan defi- cientes, que la asistencia no parece compensar el coste y el esfuerzo invertidos. Así, mientras que muchos niños abandonan la escuela porque tienen que trabajar, muchos otros tienen tan pocos incentivos que prefieren trabajar. En consecuencia, muchos no dejan de ser analfabetos totales o funcionales y no logran desarrollar las capacidades necesarias para progresar en el mundo del trabajo y en la sociedad.
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