martes, 1 de julio de 2008

El empeoramiento de la salud ambiental y laboral en los países en desarrollo

Muy pocos países en desarrollo tienen una normativa aplicable en materia de trabajo y medio ambiente. Deben ocuparse de problemas más acuciantes, como el desempleo, la desnutrición y las enfermedades infecciosas, lo que a menudo les lleva a pasar por alto los riesgos ambientales. Los países de reciente industrialización están ansiosos por obtener los beneficios financieros que las empresas y los inversores extranjeros les reportan. No obstante, estos beneficios llevan aparejados problemas sociales y ecológicos.
Los positivos resultados económicos y sociales de la actividad industrial en los países en desarrollo van acompañados de una grave degradación medioambiental. Las ciudades principales de estos Estados comienzan a acusar las consecuencias de la conta- minación atmosférica, la ausencia de tratamiento y depuración de las aguas residuales y el aumento de las cantidades de residuos peligrosos enterrados, depositados sobre el terreno o vertidos en ríos y océanos. Muchos países del mundo carecen de una normativa sobre medio ambiente y, cuando existe, su aplicación es escasa o nula.
La población activa de los países en desarrollo está acostumbrada a trabajar en pequeñas empresas. En general, cuanto más pequeñas, mayor es la tasa de accidentes y enfermedades profesionales. Estas unidades de producción se caracterizan por la inseguridad de los edificios y otras estructuras, la antigüedad de la maquinaria utilizada, las deficiencias de ventilación, el ruido, el bajo nivel de educación, cualificación y formación de los trabajadores y la escasez de recursos financieros. Rara vez disponen de prendas de protección, equipos respiratorios, guantes, protectores auditivos y gafas de seguridad. Las empresas suelen resultar inaccesibles a las inspecciones de los organismos públicos competentes en materia de salud y segu- ridad. En muchos casos, funcionan como una “industria sumergida” formada por empresas que ni siquiera están registradas por la Administración a efectos tributarios.
La opinión pública basa su idea de las empresas en el extran- jero en las grandes multinacionales. Sin embargo, mucho más habituales que estos gigantes industriales son los miles de pequeñas empresas propiedad de extranjeros y gestionadas o supervisadas por directivos locales. La capacidad de la mayoría de los gobiernos extranjeros para regular estas empresas o incluso controlar el transporte de productos y materiales es extremadamente limitada. En general, las empresas trasladadas se adaptan al cumplimiento de las normas en materia de medio ambiente y de salud y seguridad en el trabajo vigentes en el país de acogida. En consecuencia, las tasas de fallecimiento de trabajadores en los países de reciente industrialización son muy supe- riores a las de los países desarrollados y sus tasas de accidentes en el lugar de trabajo son semejantes a las registradas en estos últimos en los primeros años de la Revolución Industrial. En este sentido, puede decirse que la Revolución Industrial está produciéndose de nuevo, pero el número de trabajadores y países que participan en ella es mucho mayor.
Casi todo el crecimiento de la población mundial se concentra en los países en desarrollo. Actualmente, la población activa en estos países asciende a unos 1.760 millones de personas, pero llegará a 3.100 millones en el 2025, lo que conlleva la necesidad de crear de 38 a 40 millones de nuevos puestos de trabajo por año (Kennedy 1993). En esta situación, no es muy probable que los trabajadores demanden una mejora de las condiciones de trabajo.

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