En la actualidad, los ensayos de toxicidad en animales sirven con frecuencia para establecer los límites de exposición en el hombre. La tecnología avanzada que existe hoy en día nos brinda la posibilidad de determinar el grado y el tipo de toxicidad que sufrirá un organismo después de estar expuesto a una sustancia. Podemos medir la capacidad de una sustancia para producir cáncer, lesiones congénitas o incluso tumores benignos. También medimos el grado en que esa sustancia puede afectar a los sistemas somáticos. Muchos científicos suponen que existe un nivel seguro de exposición, habiéndose validado este supuesto mediante las observaciones de las primeras enfermedades que acosaron a la humanidad. Sin embargo, es posible que ese supuesto ya no esté justificado, especialmente en el caso del cáncer. Los expertos siguen sin ponerse de acuerdo sobre la existencia o ausencia de un efecto “nulo” o un nivel “seguro” de exposición.
Coexistimos con sustancias naturales cancerígenas en nuestro medio ambiente. Para poder enfrentarnos a ellas, debemos calcular el riesgo asociado a la exposición a estas sustancias y utilizar la mejor tecnología disponible para reducir el riesgo a un nivel aceptable. Creer que podemos conseguir un nivel cero de riesgo es una idea errónea que posiblemente nos llevaría por el camino equivocado. El elevado coste y la complejidad de los ensayos en animales nos obligan a utilizar modelos matemáticos para predecir los riesgos de exposición a pequeñas dosis de una sustancia. Lo más que podemos conseguir son predicciones estadísticamente fiables de lo que posiblemente son niveles seguros de exposición a factores de estrés ambiental, suponiendo un nivel de riesgo que la comunidad acepte.
Coexistimos con sustancias naturales cancerígenas en nuestro medio ambiente. Para poder enfrentarnos a ellas, debemos calcular el riesgo asociado a la exposición a estas sustancias y utilizar la mejor tecnología disponible para reducir el riesgo a un nivel aceptable. Creer que podemos conseguir un nivel cero de riesgo es una idea errónea que posiblemente nos llevaría por el camino equivocado. El elevado coste y la complejidad de los ensayos en animales nos obligan a utilizar modelos matemáticos para predecir los riesgos de exposición a pequeñas dosis de una sustancia. Lo más que podemos conseguir son predicciones estadísticamente fiables de lo que posiblemente son niveles seguros de exposición a factores de estrés ambiental, suponiendo un nivel de riesgo que la comunidad acepte.
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