En un estudio realizado por Härmä y cols. (1988a, b), la aptitud física se reveló como un factor propicio a una mayor tole- rancia del trabajo por turnos. Según un estudio de seguimiento realizado con un diseño de muestras apareadas, el grupo de participantes que intervino regularmente en un programa de cuatro meses informó de una reducción significativa de la sensa- ción general de fatiga, sobre todo durante la permanencia en el turno de noche, así como de una disminución de los síntomas musculoesqueléticos y una prolongación de las horas de sueño.
En algunos estudios se ha establecido una relación entre la “flexibilidad de los hábitos de sueño” y la “capacidad para superar la somnolencia”, evaluadas según el cuestionario desarrollado por Folkard y cols. (1979; 1982), y una mayor tolerancia del trabajo por turnos (Wynne y cols. 1986; Costa y cols. 1989; Vidacek y cols. 1987). Sin embargo, otros estudios (como el de Bohle y Tilley, 1989), no han confirmado esta relación.
Otras variables capaces de influir en la tolerancia del trabajo por turnos son el “compromiso con el trabajo por turnos”, definido como el modo en que las personas programan su vida (Folkard y cols. 1979; Minors y Waterhouse 1981), y el “estilo de afrontamiento” de las personas que trabajan por turnos (Olsson y cols. 1987; Olsson y Kandolin 1990).
Además de las características individuales, los factores ambien- tales parecen ser determinantes de la magnitud de los problemas que presentan las personas que trabajan por turnos. Küper y cols. (1980) y Knauth (1983) hallaron que los trabajadores por turnos que veían frecuente o sistemáticamente frustrados sus intentos de dormir de día por causa del ruido se quejaban con mayor frecuencia de problemas nerviosos y gastrointestinales que los que experimentaban poca o ninguna perturbación del sueño.
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