Las reacciones hostiles suscitadas por los síntomas de pérdida auditiva son un reflejo de la valoración extremadamente negativa que suele acompañar a la sordera. Los trabajadores que manifiestan síntomas de sordera están expuestos a que se les considere anormales, incapaces, prematuramente envejecidos o minusvá- lidos; esto es, a verse marginados socialmente en el lugar de trabajo (Hétu, Getty y Waridel 1994). De este modo, la imagen negativa que proyectan se intensifica a medida que la pérdida auditiva progresa. Obviamente, los afectados se niegan a asumir esta imagen y, con ello, a aceptar los síntomas de la pérdida de audición. Tal actitud les induce a atribuir sus dificultades de audición y sus problemas de comunicación a otras causas y a adoptar una actitud pasiva frente a estas causas.
En la Figura 17.2. se ilustran los efectos combinados de la sordera y de la percepción distorsionada de los síntomas y efectos de la pérdida auditiva sobre la rehabilitación.
Si los problemas de audición progresan hasta el punto de que resulta imposible negarlos o restarles importancia, el afectado trata de ocultarlos, lo que conduce invariablemente a la autoex- clusión social del trabajador y a su marginación por parte de su grupo social, que atribuye el aislamiento del afectado más a una falta de interés por comunicar con los demás que a la pérdida auditiva. El resultado de ambas reacciones es que el paciente no recibe ayuda ni información sobre las posibilidades de superar el problema. Puede llegar a disimular su angustia en una medida tal que acaso sus familiares y compañeros no sean conscientes del daño que le causan las bromas que los síntomas de la sordera provocan. Esta dinámica no hace sino exacerbar el proceso de estigmatización y sus consiguientes efectos negativos. Como se ilustra en la Figura 17.2., la percepción distorsionada de los síntomas y efectos de la pérdida auditiva y la estigmatización resultante de tal distorsión constituyen otros tantos obstáculos a la superación de los problemas de audición. Como los afectados ya son víctimas del estigma, se niegan, en un principio, al uso de audífonos, que, al delatar inconfundiblemente la sordera, impulsan el proceso de estigmatización.
El modelo que se ilustra en la Figura 17.2 explica el hecho de que los afectados de una pérdida auditiva de origen profesional no consulten a un otorrino, se abstengan de pedir la adaptación de su puesto de trabajo y no conciertan técnicas de mitigación con su familia y su entorno social. Esto es, soportan pasivamente sus dificultades y evitan las situaciones que pongan de manifiesto su deficiencia auditiva.
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