miércoles, 27 de junio de 2012

Vida familiar (I)

La familia es el escenario principal de la expresión de los problemas producidos por la pérdida auditiva de origen profe- sional (Hétu, Jones y Getty 1993). La aparición de una autoi- magen negativa es el principal resultado de la pérdida auditiva, por lo que los afectados procuran enmascarar su problema en sus relaciones sociales agudizando la atención o esquivando las situa- ciones especialmente difíciles. Estos esfuerzos y la ansiedad que producen crean la necesidad de desahogarse en el ámbito familiar, en el que la necesidad de ocultar la situación personal es menos acuciante. Por esto, los afectados suelen trasladar sus problemas a los familiares y tienden a coaccionarles para que se adapten a sus problemas de audición. Con ello se impone un pesado gravamen al cónyuge y al resto de la familia, que se resienten al tener que repetir las cosas, oír la televisión a todo volumen y “tener que ponerse siempre al teléfono”. El cónyuge se ve sometido, además, a serias limitaciones en la vida social de la pareja y a otras importantes restricciones en la vida familiar. La pérdida de audición empobrece la convivencia y la intimidad, genera tensiones, malentendidos y conflictos, además de perturbar las relaciones con los hijos.
Las dificultades auditivas y los problemas de comunicación no solamente perjudican la intimidad, sino que, además, su percepción por parte de los afectados y de su entorno familiar (elementos 5 y 6 de la Figura 17.3) genera frustración, enfado y resentimiento (Hétu, Jones y Getty 1993). Los afectados suelen negarse a reconocer su deficiencia y no atribuyen sus problemas de comunicación a un déficit auditivo. Esto les lleva a trasladar sus dificultades a los familiares, en vez de procurar una adaptación mutuamente satisfactoria. Por su parte, el cónyuge suele percibir el problema como una negativa a comunicarse y como una modificación del carácter de la persona afectada. La situa- ción puede desembocar en reproches y acusaciones mutuos y, finalmente, al aislamiento, la soledad y la tristeza, sobre todo para el cónyuge que no padece la insuficiencia.

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