domingo, 10 de enero de 2010

“Envenenamiento” del lugar de trabajo (I)

Faludi (1991) define “contragolpe” como un golpe sin sentido que impide a las mujeres alcanzar su meta. El “contragolpe” adopta numerosas formas y una de las más insidiosas consiste en burlarse de la “corrección política” para desacreditar la aceptación social de la igualdad en el empleo para los grupos desfavorecidos. Utilizado por las autoridades, las minorías intelectuales o personalidades de los medios de comunicación, tiene un efecto intimidador y pretende conseguir un lavado de cerebro.
Para entender el “contragolpe” es necesario comprender el carácter de la amenaza percibida. Aunque las aspiraciones y los esfuerzos del movimiento de las mujeres en favor de la igualdad entre sexos no han culminado en ningún lugar, quienes lideran este “contragolpe” son conscientes de que lo sucedido en las dos últimas décadas no es un mero incremento cuantitativo, sino el comienzo de una transformación cultural que afecta a todas las esferas de la sociedad. El acceso al reparto de poder sigue siendo minoritario, como demuestra el hecho de que las mujeres ocupan apenas el 10 % de los escaños legislativos en todo el mundo. En cualquier caso, el objetivo del contragolpe es detener, anular y deslegitimizar los avances alcanzados a través de la igualdad en el empleo o de acciones positivas para controlar la discriminación. Combinado con una carencia de práctica y escasas oportunidades de empleo, el “contragolpe” puede tener un efecto perjudicial en el lugar de trabajo, al generar confusión entre injusticias y derechos.
Moghadam (1994), de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) se refiere al “contragolpe” cultural, utilizado por los grupos fundamentalistas, que juega con los sentimientos de miedo y vergüenza para limitar la presencia pública de las mujeres y el control sobre sus vidas y confinarlas al ámbito doméstico.
La aplicación sistemática de la Convención de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, que ha sido ratificada por casi todos los Estados miembros de las Naciones Unidas, pretende manifestar y promover la voluntad política de acabar con la discriminación por razón de sexo, especialmente en el empleo, la salud y la educación, así como con la discriminación ejercida contra otros grupos “no reconocidos”.

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