La información cuantitativa sobre hechos, se expresa, esencialmente, en forma numérica. Las medidas cuantitativas pueden registrar valores nominales, tales como un número de accidentes determinado; valores ordinales que definen prioridades; o coeficientes, que pueden describir la frecuencia de accidentes en rela- ción con su gravedad. El problema principal es definir los criterios necesarios para garantizar la eficacia de las prácticas de seguridad y encontrar el mejor modo de evaluarlas (Tarrants, 1980). Otro problema es diseñar formas de información que sean eficaces al representar el carácter (y la necesidad) las medidas de seguridad y, al mismo tiempo, comprensibles para las personas interesadas, como los trabajadores o los usuarios de sustancias y material químico. Se ha observado que la información sobre seguridad influye en la conducta, pero que su modificación está influida, a su vez, no sólo por el contenido de la información, sino también por la forma en que se presenta, por ejemplo, por su atractivo e inteligibilidad. Si los riesgos no se presentan eficaz- mente ni se comprenden y reconocen correctamente, no puede esperarse un comportamiento racional y seguro por parte de los trabajadores, los directivos, los diseñadores, los proveedores y otras personas relacionadas con la seguridad.
En general los datos cuantitativos sobre riesgos no son bien entendidos. Existe una gran confusión acerca de cuáles son los mayores y menores riesgos, porque no se dispone de una medida uniforme para evaluarlos. Una de las razones de esta situación es que los medios de comunicación no hacen hincapié en los problemas que se plantean, ni siquiera de los más graves, y tienden a destacar las noticias más curiosas y “sorprendentes”. Otro factor que limita la eficacia de la educación sobre segu- ridad alude a la posibilidad de que el tratamiento de la información cuantitativa compleja exceda la capacidad cognitiva de las personas, hasta el extremo de que éstas llegan a confiar en la heurística, recurriendo a las lecciones de la experiencia, de forma no sistemática, para facilitar la gestión de las tareas relacionadas con la seguridad. En general, se sobrestiman los riesgos menores y se subestiman los mayores (Vicusi 1987). Este sesgo puede entenderse si se considera que, sin información, todos los riesgos se considerarían iguales. Toda información obtenida a través de la experiencia provocará que se perciba el riesgo enormemente, y se preste más atención a los incidentes más frecuentes, pero menos perjudiciales (y evitados con mayor cautela) que a los menos frecuentes pero más peligrosos.
En general los datos cuantitativos sobre riesgos no son bien entendidos. Existe una gran confusión acerca de cuáles son los mayores y menores riesgos, porque no se dispone de una medida uniforme para evaluarlos. Una de las razones de esta situación es que los medios de comunicación no hacen hincapié en los problemas que se plantean, ni siquiera de los más graves, y tienden a destacar las noticias más curiosas y “sorprendentes”. Otro factor que limita la eficacia de la educación sobre segu- ridad alude a la posibilidad de que el tratamiento de la información cuantitativa compleja exceda la capacidad cognitiva de las personas, hasta el extremo de que éstas llegan a confiar en la heurística, recurriendo a las lecciones de la experiencia, de forma no sistemática, para facilitar la gestión de las tareas relacionadas con la seguridad. En general, se sobrestiman los riesgos menores y se subestiman los mayores (Vicusi 1987). Este sesgo puede entenderse si se considera que, sin información, todos los riesgos se considerarían iguales. Toda información obtenida a través de la experiencia provocará que se perciba el riesgo enormemente, y se preste más atención a los incidentes más frecuentes, pero menos perjudiciales (y evitados con mayor cautela) que a los menos frecuentes pero más peligrosos.
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