viernes, 15 de junio de 2007

Salud y desarrollo (II)

Se ha observado que un nivel de salud en el trabajo alto está relacionado positivamente con un PNB por habitante elevado (OMS 1995). Los países que más invierten en salud y seguridad en el trabajo registran los mayores niveles de productividad y presentan las economías más sólidas, mientras que una inversión deficiente en este campo se asocia a la situación contraria. A escala mundial, se dice que cada traba- jador contribuye con 9.160 dólares al producto interior anual. Obviamente, el trabajador constituye el motor de las economías nacionales y debe mantenerse en perfectas condiciones de salud. El desarrollo da lugar a numerosos cambios en el tejido social, incluidos los sistemas de empleo y la transformación de los sectores productivos. En una primera etapa, la agricultura contribuye ampliamente al aumento de la riqueza nacional y absorbe la mayor proporción de la población activa. Posterior- mente, la función del sector primario comienza a declinar y prevalece la aportación de la industria. Por último, se llega a una situación en la que el sector de servicios se convierte en la principal fuente de renta, como ocurre en las economías avanzadas de los países industrializados. Esta evolución se comprueba fácil- mente comparando el grupo de NIC y el conjunto de Estados que integran la Asociación del Sudeste Asiático (ASEAN). Estos últimos pueden clasificarse como países en desarrollo de renta intermedia, mientras que los NIC se encuentran a medio camino entre el mundo en desarrollo y el industrializado. Singapur, miembro de la ASEAN, es también un NIC. Aunque una cuarta parte del PIB de los Estados de esta asociación procede de la agricultura, casi la mitad es aportado por los sectores industrial y manufacturero. Los NIC, por una parte, sobre todo en el caso de Hong Kong y Singapur, obtienen dos tercios de su PIB del sector de servicios, mientras que la contribución de la agricultura es mínima o nula. Es importante tener en cuenta este cambio de pautas para que los servicios de salud en el trabajo puedan atender las necesidades de la población activa de cada país en función de su fase de desarrollo (Jeyaratnam y Chia 1994).
Con el desarrollo, además de esta transición en el lugar de trabajo, se produce otra en las pautas de enfermedad. Este cambio se asocia a una aumento de la esperanza de vida, consecuencia del crecimiento del PIB. Se ha observado que el desarrollo en general, o esta mejora de la esperanza de vida en particular, da lugar a una importante reducción de las muertes provocadas por enfermedades infecciosas, mientras que aumenta el número de defunciones por enfermedades cardiovasculares y cáncer.

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