miércoles, 2 de abril de 2008

EDUCACION Y FORMACION DE LOS TRABAJADORES: Enfoque educativo (I)

Dos disciplinas han influido en el desarrollo de los programas de educación para la salud y la seguridad dirigidos a los trabajadores: la denominada educación obrera y, más recientemente, la educación “popular” o de capacitación.
La educación obrera comenzó en la misma época que el movimiento sindical, a principios del siglo XIX. Sus objetivos iniciales se orientaban hacia el cambio social, es decir, al fomento de la fortaleza de los sindicatos y de la integración de los trabajadores en organizaciones políticas y sindicales. La educación obrera se definió como una “rama especializada de la educación de adultos que trata de satisfacer las necesidades e intereses educativos derivados de la participación de los trabajadores en el movimiento sindical”. Desde entonces se ha desarro- llado de acuerdo con principios bien conocidos de la teoría del aprendizaje adulto, entre los que pueden mencionarse los siguientes:

• Los adultos se automotivan, sobre todo cuando la información que reciben tiene una aplicación inmediata a su vida y a su trabajo. Por ejemplo, esperan obtener herramientas prácticas que les ayuden a solucionar problemas en su lugar de trabajo.
• Los adultos aprenden mejor cuando construyen sobre lo que ya saben, de manera que puedan incorporar ideas nuevas a su repertorio de conocimientos. Desean que se respete la experiencia adquirida en la vida. En consecuencia, los métodos más eficaces se basan en sus propios conocimientos y estimulan la reflexión sobre los conocimientos de base.
• Los adultos aprenden de formas diferentes. Cada uno tiene su propio estilo de aprendizaje. Una sesión educativa se desarrollará mejor si los participantes tienen ocasión de experimentar diversas modalidades de aprendizaje: escuchar, observar medios visuales, hacer preguntas, simular situaciones, leer, escribir, practicar con equipos y discutir cuestiones críticas. La variedad no sólo garantiza el acercamiento a cada estilo cognitivo, sino que favorece también la repetición para reforzar el aprendizaje y, por supuesto, combate el aburrimiento.
• Los adultos aprenden mejor cuando participan activamente, cuando “aprenden haciendo”. Son más receptivos a los métodos activos y participativos que a las medidas pasivas. Las clases magistrales y los materiales escritos tienen su sitio en un repertorio completo de métodos, pero es más probable que los estudios de casos, los juegos de roles, las simulaciones y otras actividades en pequeños grupos que permiten participar a cada individuo promuevan mejor la retención y la aplicación de los nuevos aprendizajes. Idealmente, cada sesión supone la inte- racción entre los participantes e incluye ocasiones para aprender nueva información, para aplicar nuevas destrezas y para comentar causas de problemas y obstáculos para su resolución. Los métodos participativos requieren más tiempo, grupos más pequeños y, quizá, destrezas instructivas diferentes de las que suelen poseer muchos formadores, pero, para aumentar el impacto de la educación, es esencial la participación activa.

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