Las normas y los valores profesionales pueden entrar en conflicto con las prácticas de una determinada organización. Los métodos de confrontación que se utilizan en los programas contra el alco- holismo en el lugar de trabajo pueden resultar poco productivos o entrar en conflicto con los valores profesionales cuando se aplican a otros trastornos o discapacidades, aunque el profesional que trabaja en este contexto puede recibir presiones para utilizar este tipo de métodos.
Las relaciones éticas con proveedores externos también deben considerarse. Aunque los programas de asistencia a los trabaja- dores han establecido claramente la necesidad de que los médicos eviten la remisión de pacientes a servicios terapéuticos con los que están estrechamente afiliados, los prestadores de servicios de promoción de la salud no han definido con la misma claridad sus relaciones con los prestadores externos de servicios que pueden ser atractivos para los trabajadores que desean asesoramiento sobre su estilo de vida personal. Cuando los acuerdos entre los programas de asistencia a los trabajadores y otros proveedores externos para la remisión de pacientes que necesitan recibir tratamiento tienen más en cuenta las ventajas económicas de los proveedores que las necesidades clínicas de los clientes, se plantea un conflicto evidente de intereses.
Existe también la tentación de contratar a personas no cualificadas para las actividades de promoción de la salud. Muchos de los profesionales que trabajan en los programas de asistencia a los trabajadores no han recibido formación suficiente en técnicas de educación sanitaria, fisiología o determinación de la capacidad física para el trabajo, que les cualifique para llevar a cabo estas actividades. Cuando los programas son administrados por la dirección y su preocupación principal es el coste, el incentivo para contratar a los profesionales más capacitados y competentes es menor, ya que los resultados en términos de coste y beneficio cambiarán.
Cuando estos servicios son prestados por los propios compa- ñeros de trabajo, se plantea otra serie de problemas. Se ha demostrado que el apoyo social de los compañeros de trabajo puede amortiguar el efecto de ciertos factores de estrés en la salud. Muchos programas han sacado provecho de la influencia positiva del apoyo social haciendo que sean los propios compa- ñeros de trabajo quienes presten los servicios de asesoramiento o creando grupos de ayuda mutua. Sin embargo, aunque los compañeros de trabajo puedan utilizarse hasta cierto punto como complemento, sigue existiendo la necesidad de contratar profesionales sanitarios cualificados. Los compañeros de trabajo necesitan un extenso programa de orientación para conocer las prácticas éticas y no sobrepasar sus límites o competencias personales, ya sea explícitamente o por una interpretación incorrecta.
Exploración selectiva y pruebas para detectar el consumo de drogas
Las pruebas para la detección del consumo de drogas se han convertido en el aspecto más conflictivo de los reglamentos e interpretaciones legales y no ha podido demostrarse que constituyan una vía eficaz para el tratamiento o la prevención de dicho consumo. El reciente informe del National Research Institute
(O’Brien l993) ha concluido que las pruebas para la detección del consumo de drogas no son medidas disuasorias para evitar el abuso de alcohol y drogas. Otras evidencias sugieren que tampoco tienen un efecto significativo en el rendimiento laboral. Un resultado positivo en una de estas pruebas puede revelar mucho sobre el estilo de vida de un trabajador, pero nada sobre su nivel de aptitud o inaptitud para desempeñar su trabajo.
Las pruebas para la detección del consumo de drogas se han considerado el filo del arma que las empresas pueden utilizar para deshacerse de todos los trabajadores menos los más invul- nerables, los más resistentes. El problema radica en decidir hasta dónde puede llegar la empresa. ¿Puede someter a sus trabajadores a pruebas para detectar conductas compulsivas como ludopatía u otros trastornos mentales, como la depresión?
Existe también el temor a que las empresas puedan utilizar la exploración selectiva para identificar rasgos poco deseables (como predisposición a enfermedades cardiovasculares o lesiones de espalda) y tomar decisiones sobre el personal basándose en dicha información. En la actualidad, esta práctica parece limi- tarse a la cobertura de seguro médico, pero, ¿cuánto tiempo podrán resistir esta tentación las empresas que intentan reducir sus gastos?
La práctica promovida por el gobierno de realizar una exploración selectiva a los trabajadores para detectar el consumo de drogas, y la futura posibilidad de que se intenten detectar genes defectuosos y categorías enteras de trabajadores queden excluidos de la cobertura del seguro médico resucitan el antiguo supuesto de que las características de los trabajadores, y no las del trabajo, explican las discapacidades y disfunciones, justificando así que los trabajadores tengan que soportar los costes sociales y económicos. Esto nos vuelve a situar en una perspec- tiva en la que los factores basados en el individuo, y no en el trabajo, se convierten en el centro de atención de las actividades de promoción de la salud.
Las relaciones éticas con proveedores externos también deben considerarse. Aunque los programas de asistencia a los trabaja- dores han establecido claramente la necesidad de que los médicos eviten la remisión de pacientes a servicios terapéuticos con los que están estrechamente afiliados, los prestadores de servicios de promoción de la salud no han definido con la misma claridad sus relaciones con los prestadores externos de servicios que pueden ser atractivos para los trabajadores que desean asesoramiento sobre su estilo de vida personal. Cuando los acuerdos entre los programas de asistencia a los trabajadores y otros proveedores externos para la remisión de pacientes que necesitan recibir tratamiento tienen más en cuenta las ventajas económicas de los proveedores que las necesidades clínicas de los clientes, se plantea un conflicto evidente de intereses.
Existe también la tentación de contratar a personas no cualificadas para las actividades de promoción de la salud. Muchos de los profesionales que trabajan en los programas de asistencia a los trabajadores no han recibido formación suficiente en técnicas de educación sanitaria, fisiología o determinación de la capacidad física para el trabajo, que les cualifique para llevar a cabo estas actividades. Cuando los programas son administrados por la dirección y su preocupación principal es el coste, el incentivo para contratar a los profesionales más capacitados y competentes es menor, ya que los resultados en términos de coste y beneficio cambiarán.
Cuando estos servicios son prestados por los propios compa- ñeros de trabajo, se plantea otra serie de problemas. Se ha demostrado que el apoyo social de los compañeros de trabajo puede amortiguar el efecto de ciertos factores de estrés en la salud. Muchos programas han sacado provecho de la influencia positiva del apoyo social haciendo que sean los propios compa- ñeros de trabajo quienes presten los servicios de asesoramiento o creando grupos de ayuda mutua. Sin embargo, aunque los compañeros de trabajo puedan utilizarse hasta cierto punto como complemento, sigue existiendo la necesidad de contratar profesionales sanitarios cualificados. Los compañeros de trabajo necesitan un extenso programa de orientación para conocer las prácticas éticas y no sobrepasar sus límites o competencias personales, ya sea explícitamente o por una interpretación incorrecta.
Exploración selectiva y pruebas para detectar el consumo de drogas
Las pruebas para la detección del consumo de drogas se han convertido en el aspecto más conflictivo de los reglamentos e interpretaciones legales y no ha podido demostrarse que constituyan una vía eficaz para el tratamiento o la prevención de dicho consumo. El reciente informe del National Research Institute
(O’Brien l993) ha concluido que las pruebas para la detección del consumo de drogas no son medidas disuasorias para evitar el abuso de alcohol y drogas. Otras evidencias sugieren que tampoco tienen un efecto significativo en el rendimiento laboral. Un resultado positivo en una de estas pruebas puede revelar mucho sobre el estilo de vida de un trabajador, pero nada sobre su nivel de aptitud o inaptitud para desempeñar su trabajo.
Las pruebas para la detección del consumo de drogas se han considerado el filo del arma que las empresas pueden utilizar para deshacerse de todos los trabajadores menos los más invul- nerables, los más resistentes. El problema radica en decidir hasta dónde puede llegar la empresa. ¿Puede someter a sus trabajadores a pruebas para detectar conductas compulsivas como ludopatía u otros trastornos mentales, como la depresión?
Existe también el temor a que las empresas puedan utilizar la exploración selectiva para identificar rasgos poco deseables (como predisposición a enfermedades cardiovasculares o lesiones de espalda) y tomar decisiones sobre el personal basándose en dicha información. En la actualidad, esta práctica parece limi- tarse a la cobertura de seguro médico, pero, ¿cuánto tiempo podrán resistir esta tentación las empresas que intentan reducir sus gastos?
La práctica promovida por el gobierno de realizar una exploración selectiva a los trabajadores para detectar el consumo de drogas, y la futura posibilidad de que se intenten detectar genes defectuosos y categorías enteras de trabajadores queden excluidos de la cobertura del seguro médico resucitan el antiguo supuesto de que las características de los trabajadores, y no las del trabajo, explican las discapacidades y disfunciones, justificando así que los trabajadores tengan que soportar los costes sociales y económicos. Esto nos vuelve a situar en una perspec- tiva en la que los factores basados en el individuo, y no en el trabajo, se convierten en el centro de atención de las actividades de promoción de la salud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario