Sin embargo, las limitaciones de este enfoque simplificado de la evaluación de la exposición se han hecho evidentes en los últimos años, cuando los epidemiólogos han tenido que enfren- tarse a problemas más complejos. Restringiendo nuestras consideraciones a la epidemiología del cáncer profesional, la mayoría de los factores de riesgo conocidos se han descubierto por los elevados niveles de exposición en el pasado, el número limitado de exposiciones en cada puesto de trabajo, las grandes poblaciones de trabajadores expuestos y una estrecha correspondencia entre la información sobre los anteriores “estimadores” y las exposiciones químicas (p. ej., industria del calzado y benceno, astilleros y amianto, etc.). Hoy en día, la situación es bastante diferente. Los niveles de exposición son considerablemente menores en los países occidentales (un hecho que debe tenerse siempre en cuenta); los trabajadores con puestos de trabajo similares se ven expuestos a numerosas sustancias químicas y mezclas diferentes (p. ej., agricultores); resulta más difícil encon- trar poblaciones homogéneas de trabajadores expuestos y éstas suelen ser de pequeño tamaño, y la correspondencia entre la información sobre los “estimadores” y la exposición real es cada vez más débil. En este contexto, la sensibilidad de las herra- mientas epidemiológicas se reduce como consecuencia de la clasificación errónea de la exposición.
Por otra parte, la epidemiología se ha basado en variables de valoración “siniestras”, como la muerte en la mayoría de los estudios de cohortes. Sin embargo, los trabajadores preferirían algo diferente a los “recuentos de cadáveres” cuando se estudian los efectos potenciales en la salud de las exposiciones profesionales. Por consiguiente, el uso de indicadores más directos de la exposición y de la respuesta inicial ofrecería algunas ventajas. Los marcadores biológicos pueden proporcionar justamente la herramienta necesaria.
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