jueves, 31 de mayo de 2007

Ambito de aplicación de los códigos

El desarrollo de un código profesional casi siempre está motivado por cuestiones que tienen relación directa con esa profesión. Por consiguiente, los códigos suelen centrarse en los problemas que más preocupan a cada profesión. Sin embargo, los códigos también deben tener en cuenta cuestiones sociales más amplias
(Fawcett 1993). De hecho, en un análisis reciente de varios códigos, Summers y cols. (1995) observaron que los códigos actuales casi nunca incluyen directrices sobre cuestiones sociales específicas, como, por ejemplo, efectos ambientales o solución de conflictos. Teniendo en cuenta la considerable influencia que tienen los colectivos profesionales, si sus códigos abordaran cuestiones sociales más amplias podrían concentrarse los esfuerzos para eliminar las conductas que están en contra del interés general de la sociedad. Esta presión ayudaría a reducir los peligros para el bienestar de la humanidad, como el militarismo o la destrucción ecológica.

miércoles, 30 de mayo de 2007

TENDENCIAS DE LA SALUD EN EL TRABAJO EN EL AMBITO DE LOS PAISES EN DESARROLLO


Jerr y Jeyaratnam

En el presente artículo se analizan algunas cuestiones específicas relativas a la salud en el trabajo que actualmente despiertan interés en los países en desarrollo y otras áreas del mundo. Los aspectos técnicos generales comunes a estos países y a los desarrollados (p. ej., plomo y pesticidas) no se tratan aquí, puesto que ya han sido abordados en otras secciones de la Enciclopedia. Además de las cuestiones relacionadas con los países en desarrollo, se examinan en este capítulo otras de reciente planteamiento que afectan a los países de la Europa oriental.
Se estima que, para el año 2000, ocho de cada diez trabajadores de la población activa mundial procederán de los países en desarrollo, lo que muestra la prioridad que debe otorgárseles para satisfacer sus necesidades fundamentales en materia de salud en el trabajo. La prioridad en este caso consiste en dotar a su población activa de un sistema de prestación de asistencia sanitaria. Esta necesidad es coherente con la definición de salud en el trabajo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la que se consigna el interés por la salud total del trabajador y no simplemente por las enfermedades profesionales. Como se señala en la Figura 20.1, el trabajador puede verse afectado por las enfermedades generales de la comunidad, como la malaria, así como por otras multifactoriales relacionadas con el trabajo, en las que el trabajo puede contribuir al desarrollo del proceso o agravarlo. Son ejemplos de este caso las enfermedades cardiovasculares, las psicosomáticas y el cáncer. Por último, hay enfermedades profesionales cuya causa esencial es la exposición en el lugar de trabajo, como la intoxicación por plomo, la silicosis y la sordera provocada por el ruido.

martes, 29 de mayo de 2007

Contenido y estructura de los códigos

El contenido de un código debe ser sencillo para lograr su máxima utilidad, aunque su longitud varía. Algunos son reducidos; otros tienen una extensión considerable. Cuanto más extensos, más específicos podrán ser. La facilidad de manejo de un código depende de su estructura y su contenido. Por ejemplo, puede empezar con un resumen de los principios en los que se basa y proseguir con descripciones más detalladas de las aspiraciones o preceptos que constituyen el código en sí mismo, posiblemente acompañadas de un comentario que explique cada una de ellas y con mención a circunstancias especiales en forma de estu- dios de casos que sirvan de ejemplos útiles. Sin embargo, los principios y su interpretación dependen en gran medida de los valores que se consideren inherentes a las aspiraciones de una determinada profesión. Aunque estos valores sean universales, sus interpretaciones, así como su aplicación a escala local y regional, pueden variar. Por lo tanto, aunque la exposición de los valores esenciales de una profesión sirva como fundamento para esta- blecer sus principios éticos y deba aparecer siempre como prólogo a las directrices (Gellermann, Frankel y Ladenson 1990), sólo los comentarios más detallados y los estudios de casos pueden reflejar la diversidad regional.
Estos comentarios deben incorporar, ir seguidos de, o complementarse con estudios de casos extraídos de situaciones reales que plantean dilemas o conflictos éticos. Los estudios de casos pueden ser anónimos o hacer referencia a los nombres de las partes implicadas (por supuesto, sólo con su permiso)
(Soskolne 1991). El objetivo de los estudios de casos no es conseguir una retribución a cambio, sino ofrecer ejemplos con fines didácticos. El aprendizaje resulta más sencillo cuando se plan- tean situaciones de la vida real.
Una profesión sólo puede desarrollar un código de conducta más detallado basándose en la interpretación de su código deon- tológico. El código de conducta hace referencia a actividades más específicas relacionadas con la práctica profesional, desde las relaciones interpersonales hasta la manera de llevar a cabo una investigación y la manera de presentar los resultados. El código de conducta de una profesión podría incluirse en un compendio de ética; al reflejar el conjunto de competencias de cada profesión, añade consideraciones particulares que van más allá de la exposición de sus principios éticos.

lunes, 28 de mayo de 2007

Discapacidad como identidad


A pesar del peligro de que esta etiqueta implique segregación y discriminación, hay razones válidas para atenerse al uso del término discapacidad y agrupar a ciertas personas en esa categoría. Desde un punto de vista empírico, no se puede negar que muchos individuos con discapacidades comparten experiencias similares, casi siempre negativas, de discriminación, exclusión y dependencia económica o social.
Existe una clasificación objetiva de los seres humanos como discapacitados, porque hay pautas específicas de comportamiento social negativo o censurable que parecen estar basadas en la discapacidad. A la inversa, cuando se adoptan medidas para luchar contra la discriminación por razón de discapacidad, también resulta necesario establecer quién debe tener el derecho
a disfrutar de protección conforme a ellas.
El hecho de que muchos individuos que han experimentado algún tipo de discriminación por razón de su discapacidad se agrupen es una reacción al trato que la sociedad da a las personas con discapacidades. Lo hacen en parte porque se sienten más cómodos entre quienes comparten su experiencia, y en parte porque desean defender unos intereses comunes. En consecuencia, aceptan el papel de discapacitados, si bien por motivos muy diferentes: algunos porque quieren inducir a la sociedad a considerar la discapacidad, no como un atributo de individuos aislados, sino como el resultado de la acción y la negligencia de la comunidad que cercena indebidamente sus derechos y oportunidades, y otros porque reconocen su discapa- cidad y reivindican su derecho a ser aceptados y respetados en su diferencia, lo cual incluye su derecho a luchar por la igualdad de trato.
Sin embargo, la mayoría de los individuos que tienen algún tipo de limitación funcional debido a una deficiencia no parecen considerarse a sí mismos discapacitados. Esto crea un problema que no deben subestimar los responsables de la formulación de políticas al respecto. Por ejemplo, ¿debe censarse entre las personas discapacitadas a quienes no se identifican a sí mismos como discapacitados, o sólo a quienes están registrados como tales?

Los destinatarios

En 1981, el Comité Conjunto OIT/OMS sobre Medicina del Trabajo definió estos tres niveles educativos necesarios en el ámbito de la ergonomía, la salud y la seguridad en el trabajo:

(1) concienciación
(2) formación para necesidades específicas
(3) especialización.


Tales niveles no son independientes, sino que, más bien, forman parte de un continuo; cualquier persona puede solicitar información sobre uno y otro de ellos. Los principales grupos de destinatarios de la sensibilización básica son los legisladores, los responsables de la formulación de políticas, los directivos y los trabajadores. Dentro de estas categorías, muchas personas necesitan formación adicional sobre tareas más concretas. Por ejemplo, aunque todos los directivos deben tener un conocimiento básico de los problemas de salud y seguridad en sus áreas de responsabilidad y han de saber dónde buscar ayuda especializada, es posible que los responsables específicos de la salud y la seguridad y del cumplimiento de la normativa nece- siten una formación más intensiva. Análogamente, los trabajadores que actúan como delegados de prevención o pertenecen a los comités de seguridad y salud no pueden limitarse a una mera concienciación, como tampoco los funcionarios públicos que participan en la inspección de fábricas y desempeñan funciones de salud pública relacionadas con el lugar de trabajo.
Los médicos, enfermeras y (sobre todo en las áreas rurales y en desarrollo) el personal no médico de atención primaria cuya formación o práctica principal no incluye la medicina del trabajo necesitarán ampliar esa formación para prestar servicios a los trabajadores y poder reconocer, por ejemplo, las enfermedades profesionales. Por último, ciertos titulados (por ejemplo, ingenieros, químicos, arquitectos y diseñadores), cuya labor influye de modo considerable en la salud y la seguridad de los trabajadores, requieren una educación y una formación mucho más específica en estas áreas de la que reciben normalmente.
Los especialistas necesitan la educación y la formación más intensivas, sobre todo del tipo que se imparte en los programas de grado y postgrado. Médicos, enfermeras, higienistas industriales, ingenieros especialistas en seguridad y, más recientemente, expertos en ergonomía pertenecen a esta categoría. Debido a la rápida evolución actual de todos estos campos, la educación continua y la experiencia en el puesto de trabajo constituyen una parte esencial de la formación de dichos profesionales.
Es necesario subrayar que la especialización cada vez mayor en el ámbito de la seguridad y la higiene industrial ha tenido lugar sin que se preste una atención proporcional a los aspectos interdisciplinarios de esta materia. Es probable que la enfermera o el médico que sospeche la relación de una enfermedad con el trabajo requiera la ayuda de un higienista industrial para identificar, por ejemplo, la exposición tóxica en el lugar de trabajo que provoca el problema de salud. Dada la limitación de recursos, muchas empresas y administraciones públicas suelen emplear a un especialista en seguridad y no a un higienista, exigiéndole a aquél que se haga cargo tanto de las cuestiones de salud como de las de seguridad. La interdependencia de ambos ámbitos debe abordarse ofreciendo una formación y una educación interdisciplinarias a los profesionales especializados en salud y seguridad.

domingo, 27 de mayo de 2007

Discapacidad y normalidad

Como se ha señalado, casi todos los intentos normativos de definir la discapacidad han caído de un modo u otro en la tentación de describirla como un concepto principalmente negativo o de desviación. El ser humano afectado por una discapacidad se ve como un problema y se convierte en un “caso social”. Se supone que una persona discapacitada es incapaz de realizar actividades normales. Se trata de una persona con la que no todo marcha bien. Abundan las publicaciones científicas que describen al discapacitado como una persona con un problema de comportamiento y, en muchos países, la “defectología” era y sigue siendo una ciencia reconocida que se ocupa de medir el grado de desviación.
En general, las personas que tienen una discapacidad se defienden contra esa caracterización. Otras se resignan al papel que se les ha asignado. Clasificar a las personas como discapacitadas es olvidar que lo que éstas tienen en común con los no discapacitados suele superar con creces a lo que les diferencia. Por otra parte, el concepto subyacente de que la discapacidad es una desviación respecto de la norma es un juicio de valor cuestionable. Tales consideraciones han llevado a muchas personas a preferir el término de personas con discapacidades al de personas discapacitadas, en la medida en que podría entenderse que este último hace de la discapacidad la característica principal de un individuo.
Es perfectamente concebible definir la realidad humana y social de tal manera que la discapacidad se considere como coherente con la normalidad y no como una desviación con respecto a ella. De hecho, en la Declaración adoptada en 1995 por los Jefes de Estado y de Gobierno en la Cumbre Mundial de la ONU sobre Desarrollo Social, celebrada en Copenhague, se describe la discapacidad como una forma de diversidad social. Esta definición requiere un concepto de sociedad entendida como sociedad “para todos”. Por consiguiente, los anteriores intentos de definir la discapacidad negativamente, como desviación respecto de la norma o como deficiencia, ya no son válidos. Una sociedad que se adapta a la discapacidad de un modo inclusivo puede superar en buena medida los efectos de la discapacidad que, de lo contrario, se experimentan como excesivamente restrictivos.

sábado, 26 de mayo de 2007

Desarrollo, análisis y revisión de los códigos

El proceso por el cual se desarrollan los códigos tiene consecuencias para su aplicación. El hecho de permitir la participación de los miembros y estudiantes de una profesión en el desarrollo de los códigos, así como en su análisis y revisión, aumenta la proba- bilidad de que dichos códigos sean aceptados y respetados por un mayor número de personas.

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