La aparición de enfermedades puede medirse con frecuencias (recuentos), pero se describe mejor con tasas, que constan de tres elementos: el número de personas afectadas (numerador), el número de miembros de la población fuente o basal (es decir, la población en situación de riesgo) de la que proceden las personas afectadas, y el período de tiempo abarcado. El denominador de la tasa es el total de personas-tiempo experimentado por la pobla- ción fuente. Las tasas permiten realizar comparaciones más útiles que los recuentos entre poblaciones de diferentes tamaños. El riesgo, la probabilidad de que una persona desarrolle una enfer- medad en un determinado plazo de tiempo, es una proporción que varía entre 0 y 1 y no es una tasa per se. La tasa de ataque, la proporción de miembros de una población que se ven afectados durante un período de tiempo específico, es técnicamente una medida del riesgo, no una tasa.
La morbilidad específica por enfermedades incluye la inci- dencia, que corresponde al número de nuevas personas en las que se diagnostica la enfermedad de interés. La prevalencia se refiere al número de casos existentes y la mortalidad, al número de personas que fallecen.
La incidencia se define como el número de nuevos casos diagnosticados durante un período de tiempo específico, mientras que la tasa de incidencia es ese número dividido por el total de personas-tiempo en la población fuente (Tabla 28.2). En el caso del cáncer, las tasas suelen expresarse como tasas anuales por 100.000 personas. Las tasas de otras enfermedades comunes pueden expresarse para un menor número de personas. Por ejemplo, las tasas de defectos congénitos suelen expresarse por 1.000 nacidos vivos. La incidencia acumulada, la proporción de personas que se convierten en casos durante un cierto período de tiempo, es una medida del riesgo medio de una población
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