Para que las empresas se decidan a mejorar las condiciones de trabajo y los trabajadores accedan a trabajar con mayor seguridad, es preciso que perciban la existencia de un riesgo evitable. La percepción debe ser personal y el conocimiento teórico no sirve de gran ayuda. Por ejemplo, los trabajadores no sindicados suelen quejarse menos de los posibles riesgos profesionales porque normalmente están peor informados de su exis- tencia (Walters y Hines 1988).
La asunción de riesgos, esto es, la disposición de los trabaja- dores a afrontar peligros en el lugar de trabajo, depende en gran medida de la cultura de la organización. En algunas se percibe una actitud negligente que alienta esa asunción de riesgos (Dejours 1993), mientras que en otras prevalece un enfoque de mayor prudencia (Helmkamp y Bone 1987).
Si el índice de siniestralidad es bajo y los trabajadores nunca han presenciado un accidente grave, sobre todo si no existe un sindicato que les sensibilice respecto a los peligros latentes, es posible que se llegue al punto de despreciar efectivamente el riesgo. Por otra parte, si los trabajadores son conscientes del peligro de que se produzcan lesiones graves o incluso muertes, es posible que exijan el pago de complementos por riesgo (Cousi- neau, Lacroix y Girard 1989). El deseo o la necesidad de cobrar este complemento puede inducir, por tanto, a la asunción de riesgos.
Las actitudes ante la asunción de riesgos en el trabajo suelen corresponderse con la actitud de los trabajadores ante la prevención en la vida privada. Stonecipher y Hyner (1993) han obser- vado que los empleados a sueldo participaban en mucha mayor medida en los programas de exploración selectiva de salud y llevaban una vida más saludable que los trabajadores retribuidos por horas, que, por regla general, poseían un nivel inferior de instrucción y percibían una remuneración más baja. Por tanto, los trabajadores asalariados peor pagados y con menor forma- ción, que, como se ha indicado antes, son más propensos a sufrir accidentes y lesiones, manifiestan igualmente una mayor tendencia al abuso del tabaco y del alcohol, poseen hábitos alimenticios peores y utilizan en menor medida los servicios de prevención sanitaria. Estas circunstancias les colocan en una situación de mayor riesgo.
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