Las presiones de la producción pueden comprometer gravemente la salud y la seguridad si los directivos no analizan con cuidado las posibles consecuencias de las decisiones adoptadas para aumentar la productividad. Un ejemplo es el accidente ocurrido en 1994 en una pequeña fábrica siderúrgica de Estados Unidos. Aproximadamente a las 4 de la mañana, varios trabajadores se preparaban para verter acero fundido de un horno de arco eléctrico. El mercado del acero se encontraba en una situación favorable y la empresa vendía todo lo que podía producir. Los trabajadores realizaban muchas horas extraordinarias y la fábrica funcionaba a pleno rendimiento. Se había previsto cerrar el horno con el fin de sustituir su revestimiento refractario, que se había desgastado hasta quedar sus paredes peligrosamente finas.
Al comenzar el vertido, el revestimiento del recipiente comenzó a arder. El acero y la escoria se derramaron a través de la rotura y se fundieron rápidamente a través de un conducto de agua del sistema de refrigeración del horno. El agua estalló en forma de vapor con una fuerza tremenda. Dos trabajadores se encontraban en su trayectoria. Ambos sufrieron quemaduras graves. Uno de ellos murió tres días más tarde.
Una causa obvia del accidente fue la utilización del horno con posterioridad al final de la vida útil de su revestimiento refractario. Además, los hornos eléctricos suelen diseñarse de forma que los principales conductos de refrigeración se mantengan siempre por encima de la altura del acero y la escoria fundidos, con el fin de evitar precisamente este tipo de accidente. Sin embargo, el horno había sido modificado pocos días antes para elevar su capacidad mediante el aumento del nivel de material fundido y los ingenieros pasaron por alto el problema de la conducción de agua. Un simple derrame de acero y escoria fundidos habría sido grave, pero sin la presencia del conducto de agua no se habría producido una explosión de vapor y las lesiones habrían sido más leves. Ambos factores se debieron a la exigencia de elevar la productividad sin prestar la atención sufi- ciente a la seguridad.
Al comenzar el vertido, el revestimiento del recipiente comenzó a arder. El acero y la escoria se derramaron a través de la rotura y se fundieron rápidamente a través de un conducto de agua del sistema de refrigeración del horno. El agua estalló en forma de vapor con una fuerza tremenda. Dos trabajadores se encontraban en su trayectoria. Ambos sufrieron quemaduras graves. Uno de ellos murió tres días más tarde.
Una causa obvia del accidente fue la utilización del horno con posterioridad al final de la vida útil de su revestimiento refractario. Además, los hornos eléctricos suelen diseñarse de forma que los principales conductos de refrigeración se mantengan siempre por encima de la altura del acero y la escoria fundidos, con el fin de evitar precisamente este tipo de accidente. Sin embargo, el horno había sido modificado pocos días antes para elevar su capacidad mediante el aumento del nivel de material fundido y los ingenieros pasaron por alto el problema de la conducción de agua. Un simple derrame de acero y escoria fundidos habría sido grave, pero sin la presencia del conducto de agua no se habría producido una explosión de vapor y las lesiones habrían sido más leves. Ambos factores se debieron a la exigencia de elevar la productividad sin prestar la atención sufi- ciente a la seguridad.
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