El ritmo acelerado del cambio y la innovación en todos los aspectos de la vida laboral —relaciones laborales, organización del trabajo, tecnología de producción, condiciones de trabajo, informática, nuevos riesgos, etcétera— plantea a la inspección de trabajo un desafío creciente. Los inspectores no están, simple- mente, obligados a mantenerse al tanto de la evolución de una pluralidad de áreas disímiles, crecientemente complejas y cada vez más especializadas, que deben dominar para realizar su labor; de hecho, deben, además, prever los nuevos fenómenos y tendencias, y comprender y anticiparse a sus efectos sobre la protección de los trabajadores, con el objeto de diseñar y poner en práctica nuevas políticas de prevención.
En el mundo laboral, la inspección de trabajo es uno de los principales (si no el principal) cauce de la presencia e interven- ción del Estado, orientada a forjar, estimular y contribuir al desarrollo de una cultura de la prevención en todas las áreas sujetas a su competencia: relaciones laborales, condiciones gene- rales de trabajo, salud y seguridad en el trabajo, seguridad social. Para alcanzar plenamente este objetivo básico, las inspec- ciones de trabajo deben replantearse sus políticas y orientar la reforma de la legislación, los sistemas, las relaciones laborales, etcétera, hacia el desarrollo de los medios de prevención, tanto internos como externos. Esto atañe, no sólo a los sistemas y polí- ticas que las autoridades competentes deben aplicar, sino también a los métodos de inspección utilizados por los inspec- tores en los lugares de trabajo.
Las presiones y exigencias que convergen sobre las inspec- ciones de trabajo desde perspectivas económicas, políticas y administrativas constituyen elementos clave en este contexto. Estos factores se definen normalmente utilizando términos como desregulación, privatización, ajustes estructurales y liberaliza- ción. En la práctica, estas políticas dificultan y complican la labor de la inspección de trabajo, si bien, a veces, se convierten en la fuerza motriz del cambio. Sin embargo, lo que suelen hacer es acentuar una escasez de recursos que, ya de por sí, suele ser crónica. Por lo tanto, la inspección de trabajo debe explorar otras posibles fuentes de desarrollo de su contribución específica a la prevención.
El objetivo último consiste en forjar, en el lugar de trabajo y en la sociedad una “cultura de la prevención” amplia y cohe- rente, en la que se tome en consideración la dinámica creada por la evolución de las relaciones laborales en la empresa, la contestación a los principios de autoridad y legitimidad inducida por los cambios producidos en las actitudes, en la organización del trabajo, etc., los niveles de educación y formación general- mente superiores (y en ascenso) de empresarios y trabajadores por igual, las nuevas formas de participación que forjan un entorno propicio, etcétera. Todos estos cambios promueven nuevas formas de cooperación de la inspección de trabajo con los trabajadores, las empresas y las instituciones, no sólo en rela- ción con la aplicación de las normas de protección de los trabajadores, sino, además, en el interés de lograr el cumplimiento global de los objetivos fijados en materia de prevención en las nuevas leyes y políticas laborales y sociales adoptadas en el campo de la prevención.
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