Durante el decenio de 1960 se realizaron un gran número de estudios para determinar qué mujeres trabajaban y por qué lo hacían, como si el trabajo constituyese una aberración para ellas. De hecho, las mujeres eran despedidas sistemáticamente al contraer matrimonio o quedar embarazadas. A finales del citado decenio, los países europeos con una gran demanda de mano de obra prefirieron contratar a trabajadores extranjeros que recu- rrir a su población activa femenina. Mientras que el trabajo confería dignidad a los varones de la familia perceptores de ingresos, la actividad remunerada de las mujeres casadas se consideraba degradante; sin embargo el trabajo comunitario no remunerado se consideraba ennoblecedor, especialmente porque mejoraba la posición social de sus maridos.
La presencia permanente de las mujeres en el lugar de trabajo a lo largo del ciclo de la vida laboral comenzó en el decenio de 1970 y se consolidó a mediados del de 1980. La maternidad ha dejado de repercutir negativamente en las tasas de participación de las mujeres; de hecho, la necesidad de atender las necesidades de los hijos actúa como acicate para la consecución de un puesto de trabajo. Según los datos de la OIT, las mujeres constituyen actualmente el 41 % de la población activa registrada en todo el mundo (OIT, 1993a). En los países nórdicos, su tasa de partici- pación es casi igual a la de los hombres, aunque en Suecia, el número de mujeres que trabajan a tiempo parcial, si bien está disminuyendo, sigue siendo elevado. En los países industriali- zados de la OCDE, donde la esperanza de vida general de las mujeres es actualmente de 79 años, se subraya la importancia de obtener trabajo como fuente de seguridad en la percepción de ingresos a lo largo de la vida adulta.
La OCDE reconoce que el marcado aumento de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo no ha generado una mayor convergencia en la distribución general del empleo de hombres y mujeres. La segregación de la población activa en función del sexo se mantiene en sentido horizontal y vertical. Comparadas con los hombres, las mujeres trabajan en sectores y profesiones diferentes, y en industrias u organizaciones de menor tamaño, llevan a cabo tareas distintas dentro de una misma profesión, desempeñan con más frecuencia trabajos irre- gulares y desregulados, tienen menos oportunidades para controlar su labor y se enfrentan a las exigencias psicológicas del trabajo de atención al público o programado en función de ritmos mecánicos.
La presencia permanente de las mujeres en el lugar de trabajo a lo largo del ciclo de la vida laboral comenzó en el decenio de 1970 y se consolidó a mediados del de 1980. La maternidad ha dejado de repercutir negativamente en las tasas de participación de las mujeres; de hecho, la necesidad de atender las necesidades de los hijos actúa como acicate para la consecución de un puesto de trabajo. Según los datos de la OIT, las mujeres constituyen actualmente el 41 % de la población activa registrada en todo el mundo (OIT, 1993a). En los países nórdicos, su tasa de partici- pación es casi igual a la de los hombres, aunque en Suecia, el número de mujeres que trabajan a tiempo parcial, si bien está disminuyendo, sigue siendo elevado. En los países industriali- zados de la OCDE, donde la esperanza de vida general de las mujeres es actualmente de 79 años, se subraya la importancia de obtener trabajo como fuente de seguridad en la percepción de ingresos a lo largo de la vida adulta.
La OCDE reconoce que el marcado aumento de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo no ha generado una mayor convergencia en la distribución general del empleo de hombres y mujeres. La segregación de la población activa en función del sexo se mantiene en sentido horizontal y vertical. Comparadas con los hombres, las mujeres trabajan en sectores y profesiones diferentes, y en industrias u organizaciones de menor tamaño, llevan a cabo tareas distintas dentro de una misma profesión, desempeñan con más frecuencia trabajos irre- gulares y desregulados, tienen menos oportunidades para controlar su labor y se enfrentan a las exigencias psicológicas del trabajo de atención al público o programado en función de ritmos mecánicos.
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