El estrés es uno de los principales factores causantes de lesiones y enfermedades relacionadas con el trabajo. La presencia de estrés en el lugar de trabajo, con independencia de que tenga su origen en el propio trabajo o en la actividad doméstica o social, puede afectar el comportamiento, los procesos mentales, las facultades físicas y la coordinación, y provocar accidentes y lesiones, aparte de los indicios cada vez mayores de posible afectación del sistema inmunológico, con el consiguiente aumento de la vulnerabilidad a las enfermedades. Por otra parte, el estrés influye considerablemente en la capacidad de respuesta al tratamiento de rehabilita- ción y, por tanto, en el grado y duración de las eventuales incapacidades residuales.
En su esfuerzo por explicar el incremento del índice de siniestralidad durante las semanas siguientes al paso del servicio en tierra a un destino a bordo y viceversa, Helmkamp y Bone
(1987) señalan que el estrés generado por la adaptación y por el cambio en el estilo de vida podría explicar parcialmente el fenó- meno. Análogamente, Von Allmen y Ramaciotti (1993) subrayan la influencia de los factores psicosociales, tanto extra- profesionales como relacionados con el trabajo, en la aparición de problemas crónicos de espalda.
Un estudio prospectivo con una duración de 27 meses sobre una muestra de controladores del tráfico aéreo permitió esta- blecer una trágica relación entre el estrés de origen social y la producción de accidentes. El 25 % de los 100 trabajadores de la muestra que reconocieron sufrir niveles elevados de estrés registró una tasa total de morbilidad un 69 % mayor que los que presentaban niveles de estrés más bajos, además de un 80 % más de probabilidades de sufrir lesiones (Niemcryk y cols. 1987).
Por tanto, no resulta sorprendente que, al menos en Estados Unidos, hayan proliferado las reclamaciones de indemnización formuladas por trabajadores que atribuyen su incapacidad al estrés de origen laboral. A pesar de que este tipo de reclama- ciones no se admite todavía en muchos países, es posible que su tasa de incremento sólo sea superada por el reciente aluvión de reclamaciones por lesiones causadas por actividades repetitivas, como el síndrome del túnel carpiano y otros trastornos de natu- raleza ergonómica.
Las reclamaciones basadas en el estrés aducido son igual- mente ilustrativas de las “barreras artificiales” al pago de indem- nizaciones que se han mencionado anteriormente. Por ejemplo, en algunos ámbitos jurisdiccionales de Estados Unidos (especial- mente en los estados de la Unión) no se admiten las reclama- ciones basadas en el estrés; en otros, la reclamación prospera únicamente si el factor estresante es un episodio repentino, singular, traumatizante o que produzca temor; y en varios otros, se exige que el estrés sea “inusual”, esto es, que exceda del nivel considerado normal en el trabajo o en la vida cotidiana. En algunos lugares, las reclamaciones por causa de estrés se fallan en consideración a sus méritos, mientras que en otros no existe aún normativa legal ni doctrina jurisprudencial en la materia. Aparentemente, por tanto, las probabilidades de que prospere una reclamación de indemnización fundada en el estrés dependen tanto del lugar en el que se presente, como de sus propios méritos (Warshaw 1988).
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