Aunque la información cuantitativa sobre seguridad, especialmente centrada en riesgos concretos, es fundamental para concentrar nuestros esfuerzos en problemas de seguridad esenciales, necesitamos una información cualitativa, con su fondo de conocimientos técnicos pertinentes, para encontrar soluciones prácticas (Takala, 1992). Debido a su naturaleza, esta clase de información no puede ser precisa y cuantitativa sino heterogénea y descriptiva. Procede de diversas fuentes, como la jurídica, los materiales de formación, los productos audiovisuales, las etiquetas, los signos y símbolos, las fichas de seguridad de datos químicos y técnicos, las normas, los códigos de prácticas, los libros de texto, artículos científicos en prensa, las tesis, pósters, boletines, e incluso folletos. Esta variedad de materiales dificulta su clasificación y, por consiguiente, su recuperación cuando se necesiten. No obstante esto puede hacerse, y de hecho se ha realizado satisfactoriamente: la elaboración de perfiles de riesgo en el ámbito de una empresa, una rama industrial, industria, e incluso a escala nacional representa un ejemplo práctico de oferta de información cualitativa en una forma sistemática en la que, al mismo tiempo, aporta medidas cuantitativas en función de la importancia relativa de los problemas en cuestión.
Otra cuestión fundamental es la de la inteligibilidad. La información ha de presentarse de forma comprensible para el usuario. La utilización inadecuada del lenguaje, tanto el coloquial como la terminología técnica especializada (incluida la jerga), puede constituir quizás la mayor barrera a la difusión global de la información sobre seguridad. Los textos deben estructurarse de forma consciente y deliberada para atraer al público al que van dirigidos.
Sería deseable establecer una amplia base de conocimientos compuesta por toda la información acumulada sobre salud y seguridad a la que puedan acceder los usuarios a través de “inter- faces” preparadas especialmente para cada grupo. Estos “interfaces” deben aportar los elementos deseados de esta información, sin redundancia, en un formato comprensible para el usuario, ya sea mediante la utilización de un lenguaje natural, una terminología específica (o la ausencia de ésta), imágenes, ilustraciones, gráficos o con sonido, y adaptarlo a las necesidades
y las capacidades del usuario.
Otra cuestión fundamental es la de la inteligibilidad. La información ha de presentarse de forma comprensible para el usuario. La utilización inadecuada del lenguaje, tanto el coloquial como la terminología técnica especializada (incluida la jerga), puede constituir quizás la mayor barrera a la difusión global de la información sobre seguridad. Los textos deben estructurarse de forma consciente y deliberada para atraer al público al que van dirigidos.
Sería deseable establecer una amplia base de conocimientos compuesta por toda la información acumulada sobre salud y seguridad a la que puedan acceder los usuarios a través de “inter- faces” preparadas especialmente para cada grupo. Estos “interfaces” deben aportar los elementos deseados de esta información, sin redundancia, en un formato comprensible para el usuario, ya sea mediante la utilización de un lenguaje natural, una terminología específica (o la ausencia de ésta), imágenes, ilustraciones, gráficos o con sonido, y adaptarlo a las necesidades
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