Aunque se ha avanzado mucho en la erradicación del trabajo infantil, lo conseguido no es suficiente ni lo bastante eficaz. En primer lugar, es necesario ampliar y mejorar la información sobre la difusión, la dinámica y los efectos de esta forma de trabajo. El siguiente paso consiste en aumentar y optimizar las oportuni- dades de educación y formación desde la etapa preescolar hasta las universidades y los institutos técnicos y, posteriormente, en proporcionar a los hijos de las personas desfavorecidas los medios necesarios para aprovecharlas (p. ej., viviendas adecuadas, alimentación y asistencia sanitaria preventiva).
Leyes y reglamentos debidamente elaborados, reforzados por iniciativas internacionales como los convenios de la OIT, deben ser constantemente revisados y consolidados a la luz de la evolu- ción del trabajo infantil, y deben aplicarse con mayor eficacia.
El arma definitiva para alcanzar estos objetivos es tal vez elevar la sensibilización y el rechazo de la opinión pública respecto al trabajo infantil, como comienza a suceder en varios países industrializados (en parte a causa del desempleo de los adultos y la competencia de precios, que lleva a los productores de bienes de consumo a emigrar a zonas donde la mano de obra puede resultar más barata). La publicidad resultante daña la imagen de las organizaciones que comercializan productos fabricados con mano de obra infantil, concita las protestas de sus accionistas y, lo que es más importante, provoca el rechazo a comprar estos productos, aunque puedan costar un poco menos
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